Amor sin viagra

Hace un par de años se conocieron, ni siquiera entonces eran jóvenes, estaban igual que ahora. Son de esas personas que desde que tenés uso de razón fueron eternamente viejos. Más jóvenes que viejos, inmutables, puede ser porque usan el mismo color de ropa. Pareciera que siempre están vestidos iguales: siempre iguales. No sé muy bien cómo contar esta historia. Fue un encargo de él. Sé puntual: "Hacemos el amor todos los días. Cuando la acaricio se me eriza la piel. El 16 de diciembre cumplo 82 años y esta mujer me hace querer vivir mi vida 82 años más". Es curioso cómo recién de viejo uno encuentra una persona, tan viejo como uno, y se enamora. Les pregunté qué hubiera pasado si se hubiesen conocido cuando tenían 20. Es la duda que ellos dos tienen. Puede ser que se hubiesen amado tanto como ahora, pero está la posibilidad de haberse amado menos. Es que ella está enamorada de la vida de él. Y él admira todo lo que ella hizo. A los 20 recién estaban empezando. Al principio fue la típica historia de dos viejos que estando solos buscan alguien con quien compartir, pero ninguno de los dos esperaba demasiado: "Ya eramos viejos". Pasó el tiempo, se tomaron de la mano para caminar. Un día ella le arregló el cuello de la camisa e intencionalmente le acarició el cuello. Otra vez él la abrazó, le acomodó un mechón del pelo detrás de la oreja. Y unos 18 años atrás se dieron el primer beso. Sí, con lengua. "Acariciar el cuerpo de una mujer no es sólo tocar su piel, sino aceptarla tal cual es. Cuando la vi desnuda - sonríe - igual de arrugada que ahora, vi la mujer más bella". Y con una carcajada exclama: "No siempre necesito Viagra".

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