¿Bicho raro yo?

Esta es mi historia, la de un bicho raro que había nacido sin saber a que especie pertenecía. En todas partes desencajaba con el decorado. Y por mas que se esforzara por pertenecer a cualquier grupo, siempre terminaba en la esquina de los marginados.
Fue entonces cuando definitivamente me puse en la búsqueda no de mi especie, sino en descubrir a cual de todas las especies que ya existían pertenecía.
Sabia muy poco de mi pasado, pero tenia como brújula para encontrarme un espejo.
Comencé mi búsqueda primero en un parque, me tire en el césped mirando al sol y me puse a pensar como deberían ser los de mi especie. Levanté ambas brazos y descubrí dos manos con diez dedos, eran suaves. Observe las líneas de las palmas y supuse que eran dibujos o marcas como las que tienen las tortugas, pero las mías eran mas tenue. Pensé que estaba ya vieja, y me pregunte cuantos años tenía.
Luego levanté una pierna, y me vi un pie sucio, lleno de barro. Intente lamerlo como hacían los perros, pero me dio asco. Supe entonces que un perro no era, ni tampoco un gato.
Busque mi espejo e intente descubrir mi cara. Me asusté cuando vi mi nariz, no era el hocico que esperaba. Descubrí que tenia dos ojos del mismo color de la tierra. Sentí la necesidad de tocarlos y aplastarlos con los dedos. Me dolió, eran delicados. Me descubrí cejas y pestañas largas.
Mi curiosidad se detuvo cuando encontré que tenia dos cosas raras al costado de la cabeza, me llevó tiempo descubrir que eran orejas. Eran curiosas porque daban mil vueltas y eran bien chicas.
Tenía una boca roja, la abrí y me vi los dientes. La cerré, la volví a abrir pero esta vez dejando ver los dientes en el espejo. Me dio asco mi lengua que aún tenia sabor a barro. Estaba mojada y cuando intente apretarla con la mano me pareció demasiado blanda y preferí guardarla en la boca.
Me levanté, pude ver mis piernas enteras, eran muy blancas. Luego vi mis brazos, y los codos. Lleve ambas manos a la cabeza y sentí que tenía pelos, quería verlos y no podía, tome un mechón y lo lleve hacia mi boca para probarlo. No tenía gusto.
Caminé y me di cuenta que no necesitaba de mis brazos para mantener equilibrio. Corrí lo mas que pude y me cansé.
Me detuve frente a unas hormigas que trabajaban en una hoja. En realidad nunca me habían agradado demasiado, eran para mi las mas trabajadoras, pero demasiado perfeccionistas. Yo ni siquiera podía estar un día completo trabajando, mucho menos todo un año. Definitivamente yo no pertenecía a las hormigas. Lo cual me dio un tremendo alivio, jamas tenia en mis planes trabajar de luna a luna.
Seguí caminando y me encontré con una mariposa que poco sabia de la vida pero sin embargo estaba feliz. No la entendí, y me sentí superior a ella, sabia demasiado para ser mariposa. Era muy inteligente para esa especie. Y abandoné la idea de ser mariposa.
Me senté a descansar cerca de un sauce y vi volar sobre mi cabeza una mosca que no tenía rumbo. Estaba sucia, era detestable, pero libre. Yo preferí estar limpia, guardar apariencias a ser yo misma, había perdido mi libertad. No era mosca.
Luego vi a una langosta saltar para alcanzar una rama. Lo intentó una vez, no la alcanzó, luego de nuevo y volvió a caer, y de nuevo. Descansó y volvió a saltar. Me había aburrido de observarla. Yo ya hubiera dejado la absurda idea que tenia de saltar hacia la rama y me hubiera ido a otro árbol. El papel de langosta no iba con mi poca perseverancia.
Me dormí y me despertó un sapo verde y feo. Su croack asqueroso retumbaba en mis oídos. Luego aparecieron dos mas y se pusieron a cantar en melodía. Les grite para que se fueran. Había roto con su armonía. Sapo no era.

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