Mujer arrabal, La Yoli

Era esa puta que todas tenemos adentro y no nos animamos a sacar. Se la veía venir y las mujeres la criticaban de envidia. También lo hacían Norma y Estela, dos amigas de La Yoli. Se llamaba Leticia pero desde chica en el barrio se la conoció por La Yoli, el nombre de un prostíbulo que quedaba al final de la avenida principal, y que cerró con la crisis del 2000. Era conocido porque casi todos los hombres de Santa Catalina habían debutado ahí o al menos tocado las primeras curvas femeninas.
La Yoli tenía vida propia ajena a la rutina que la marginaba. Por puta no era la prostituta del pueblo, pero tampoco se guardaba las ganas. Podía pasar entre amigos e inclusive entre hermanos. Las que se atribuían la licencia de señora de fulano, argumentaban sobre la vergüenza que caía sobre la tumba de su padre. -Pobre hombre, se rompió el lomo laburando para su familia y mira como le paga la hija. Se debe estar revolcando en su propia tumba. La madre todavía sigue viva, está en un geriátrico desde que La Yoli desapareció.
La Yoli tuvo sus historias y la cuarta le dejó una hija, Blanquita que ahora tiene 10 años y vive con el padre. La Yoli estudió enfermería y cuando terminó entró a trabajar en el Hospital Brown. Estuvo dos o tres años pero tuvo un revuelco con alguien de la administración, y cuando la esposa de ese se enteró (era la hija de alguien importante, se vé); le dieron el raje.
Estuvo vendiendo cremas y perfumes Ponds por su cuenta, pero no le fue bien. Igual siempre mantuvo esa postura que la caracterizaba. Cuando la conocí la sentí como una de esas mujeres que nacieron en una cloaca y de todas maneras se quiere llevar el mundo por delante.
Fue en octubre.

2 comentarios:

Sereverde dijo...

Y... ¿Cuantas veces queremos ser La Yoli?
Y... ¿Cuantas veces detestamos serlo?


Muy bien... inspirador.

Anónimo dijo...

es verdad que todas tenemos un poco de yoli.....y a veces lo dejamos entrever....y somos felices.
me encanta.

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