Verano de recuerdos

Solo sabía pocas cosas de ellos, lo común. El nombre de sus padres y como habían viajado de España y de Luca en Italia, para llegar a Córdoba. Sabía de sus hermanos que solo algunos llegué a conocer, y siempre supe que uno había muerto al caerse de un árbol cuando tenía 12 años. Conocí el lugar donde habían vivido de chicos, el río que crecía y se llevaba la casa completa. Primero nació mi padre y cinco años más tarde mi tío, exactamente el mismo día de enero. Y que se tuvieron que ir a la Isla Martín García.
Mi abuela murió de cáncer cuando yo tenía 3 años, por eso la recuerdo con ojos tristes y la piel pálida acostada en la cama con el cabello rubio de seda. Mi abuelo se fue 17 años más tarde para Pascuas, un ataque al corazón mientras leía el diario. Creo que no se dio cuenta.
Y no supe mas que eso. No me había preguntado de donde venía. Era demasiado chica para que las raíces cronológicas invadieran mi cabeza. Hay veces que tener demasiada información no es bueno, es necesario un tiempo de procesamiento para que las palabras y los recuerdos sean analizados por el corazón de uno.
Ese verano habíamos decidido pasarlo en Alta Gracia, y por casualidad un día se decidió limpiar el garaje de la casa de mi abuelo, donde hacia 10 años vivía mi tío. Volvía del río cuando encontré el comedor plagado de cosas viejas. Recuerdos guardados que no se querían tirar, pero esa vez necesariamente tenían que desaparecer para hacer lugar.
Mi papá y mi tío habían pasado una tarde entera recordando toda su vida, yo solamente encaje en un álbum de fotos justo en las últimas hojas, memorias de hace 22 años.
Aún todavía no los conozco, pero ese verano entendí el porque de muchas cosas.

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