Cólicos de adrenalina

En la increíble monotonía de su día a día, el cierre de esta nueva etapa le generaba cólicos de alegría y espasmos de adrenalina. Tanto, que tenía que recordar los ejercicios respiratorios de su terapeuta cuando sufría uno de esos ataques de asfixia psicológica, que le generaba el mero pensamiento de saberse por fin rompiendo con todos las conductas que la ataban a su vida sin matices. Una agenda que llegaba a su fin por voluntad propia, sin esperar al primero de enero. Era marzo, un viernes cualquiera, como los otros cientos de viernes que antecedieron a este. El reloj marcó las 18hs. Su mirada se clavó en las agujas del reloj como esperando el momento más ansiado de su vida, cuando sintió que las fuerzas de sus manos se desvanecían, y una puntada de luces le azotaba la vista. Un espasmo de adrenalina que no pudo controlar le agitó el cuerpo hasta sacudirlo por el piso. Y un ataque de asfixia y la imposibilidad de recordar las clases de respiración, la dejaron tiesa. Tiesa para siempre.

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