Asesinato en primera persona de un periodista

-Sí, algo así como la proposición subordinada adverbial que expresa la finalidad del verbo principal: yo periodista. Tiene sentido. Primero fue la angustia, le atacó por la cabeza. Un caso raro que solo se diagnostica en periodistas, dijo el doctor, y lo mandó a terapia los martes a las tres y media, sesiones de cuarenta y cinco minutos. La evaluación conductivista fue algo así como un temor opresivo sin causa precisa, pero como estaba angustiado tampoco entendió mucho. -¿Sin causa precisa?, estúpido.
Se ve que la angustia cerebral se transformó en una constante aplastante, incluso después de dos rayas diarias de cocaína y veintiséis semanas de terapia. Antes de ese día, de la mañana en que la señora que limpia se encontró lo que se encontró, llevaba cinco días de insomnio, tal vez seis. Angustia e insomnio, en ese orden dijo el doctor. Lo afirmó dos veces, lo reafirmó. Pero la almohada todavía estaba mojada con un líquido viscoso, como cuando se duerme profundamente con la boca abierta y la baba cae. Estaba mojada del lado izquierdo. Finalmente durmió.
Conjeturas: -Estúpido. En un momento de conciencia retomó aquel pensamiento volátil entre la causa no precisa y la certeza de querer dar un golpe final, los hechos lo desvelan. Darlo o recibirlo. La escena: una patada fuerte en sus testículos de abajo hacia arriba, en el caso de dejar de escribir para él; o, la otra opción, recibir otro puñetazo recto en el estomago la próxima vez que le volvía a pagar por escribir la noticia como él quería leerla. En ese momento lo del insomnio quedó zanjado, diecisiete años durmiendo, evidentemente no tenía sueño. Los mismos diecisiete de experiencia que registra su currículo en aquel sucucho vendiendo sus comas, puntos finales y titulares a un fulano burgués que se dice políticamente correcto.  Eso no hace falta que lo apuntes. Supongo que eso del conductivismo tuvo su efecto aquella noche con lo de dar el golpe final.
No es que estaba todo manchado de sangre, las paredes o el piso. Fue peculiar aquella mañana, en estos sucesos el ambiente se siente tenso, el aire pesado, pero aquí estaba todo calmo. No calmo de suspense sino esa calma que llega con el alivio. Estaba recogido, había cenado, se había duchado. Encendió el ordenador, escribió un rato y puso música. Se tomó un té y supongo que después se desnudó. La hora tal vez era las dos de la madrugada o antes. Cuando entró la señora se lo encontró en la cama tapado hasta la cintura, se lo veía tranquilo. Cuando lo llamó y no respondió encendió la luz del velador, vio la sangre en las sábanas y salió corriendo. Vomitó, pero esos vómitos obvios del momento y llamó a la ambulancia.
Es raro decir esto pero tenía buena cara, incluso buen cuerpo si exceptuamos lo de las manos. Estaban en una caja de cartón sin cerrar sobre la mesa de noche. El corte de la izquierda es más preciso, fue de un solo golpe seco. En cambio la mano derecha tiene varias heridas, creo fue un corte más forzado. Estamos investigando, hay indicios que se usó la puerta del baño para amputar la mano izquierda después de cortar la derecha. -¿Los motivos? Estamos investigando. Creemos que guarda estrecha relación con su actividad profesional. La víctima era periodista y asumo que la amputación de ambas manos fue un saldo de cuentas personal. ¿Quién le cortaría las manos a un periodista? Alguien que no quiere que escriba más. Es secreto de sumario pero sí, dejó una nota.

1 comentario:

ML dijo...

Hacía bastante que no escribías una de tus historias cíclicas. Entretenida aunque pobre destino el del periodista!

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