Conversación privada


Si tuvieses que perdonar mis pecados por donde empezarías. Por mi síndrome de abstinencia o la vulgaridad de mis intentos. O sería en la arrogancia de mi lado animal donde, tal vez, analizarías cuál de todas las penitencias me salvaría. Si no es la arrogancia, es acaso mi sosería o mi apatía porque de un tiempo aquí ya no nos hablamos como lo hacíamos. Y me preguntaba qué pasa si mañana no saliera el sol por ningún lugar. Por cuál de todos mis pecados empezarías a interrogarme, acaso por mi necesidad épica de canalizar mis intenciones de vivir o la prisa con que lo hice.

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