Besos para Muriel (II)

Durante más dos años, casi cuatro, pensó que después de los 30 y a los 40, los besos ya no se dan. Ni uno.Tampoco en la frente. Que se olvidan. Hace tiempo que a Muriel no la besan. Ni en los labios, ni en las manos. Tampoco en la frente ni el cuello, por eso pensó que los había olvidado. Que los besos se olvidan cuando uno se hace grande, pero algo tenía que pasar y Muriel al final no pudo disimular que lo andaba buscando. Una necesidad tan natural, tan femenina. Tan real, la de mezclar los fuidos y volver a sentir. Volver a por todos los besos que le eran debidos, desde el primero hasta el último y repetirlos hasta que la boca duela. Por eso Muriel salió a buscarlo. Sintió la estática en la piel. El estomago duro. El aire denso. La cabeza en la luna y ganas de llorar. Ganas de llorar por un beso. Un beso que la deje sin aire. Que la lleve a la luna despacito. Suavecito. Con sabor. Un beso que la enamore de nuevo, que se vuelva a enamorar de ella. De su cuerpo, de sus caderas, de su espalda. De sus ojos y la forma de sus pestañas. De la Muriel que se había olvidado. De la mujer que colecciona besos cuando son los besos más que caricias.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Me encantó.

Anónimo dijo...

Tan real. Los besos se terminan olvidando. Excelente relato Lu.

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