Un instante

Massimiliano Minocri
Tuvo un instante, una milésima de segundo antes de poner el corazón en punto muerto y dejar desbarrancar el cuerpo hacia ese lugar donde se guarda lo que el azar deja abandonado para nadie. Sin dueño. Un único instante para reconfortarse antes de lo perpetuo, del hueso que cruje cuando deja de moverse y el musculo que se acalambra fijo a la cama, mientras las manos pierden despacio fuerza. Toda la fuerza que se lleva las ganas y con las ganas el deseo, la voluntad, el apetito, el hambre que algo le ocurra.

Que algo inmensamente grande le ocurra hoy después de salir de la cama. Después de vestirse. Después de caminar por la calle, su calle. Después de respirar hondo, después del semáforo.

Fue una milésima de segundo en el que las probabilidades se mezclaron con esta realidad infinita de su cuerpo inerte que consume de día y de noche, en blanco y negro. Un instante que al final fue menos que el momento que podría haber hecho propio.

Suyo.

Una batalla campal por las posibles consecuencias que le valieron madre. Le valieron madre por eso del miedo, el miedo a que a los sueños sean tan poderosos que ni siquiera cumplirlos pueda superar lo que le hacen sentir antes de dormir.



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