Cuanta melancolía que reina hoy en día, Clara

Mona Kuhn
Clara era la clásica estampa de la contrariedad y aunque era viernes y el segundo día de la primavera, sentía una alteración melancólica en su declaración de principios.

Pobre Clara. ¡Pobre!

Hoy no existe pero tampoco se deja espacio para librar su batalla. Esa que se disputa entre lo que Clara siente y lo que Clara sabe.

Luciana Salvador Serradell

La habitación de Neus cuando se hace pequeña

Baudouin Winckler
Y la habitación le quedó muy pequeña para el tamaño inmenso de sus sueños, entonces buceó por debajo de la cama, saltando desde el colchón hacia la inmensidad de la imaginación cuando se mezcla con los deseos, a ver si así encontraba ese mar pendenciero que la había impulsado a querer abrir la puerta y dejarse ir, así eran los impulsos de Neus después de un café.

Un café negro.

Cargado.

Enardecedor porque le pinchaba ahí donde más le dolía.

Adentro. Donde solo ella tiene acceso.

Y cuando sucede, le duele con un ardor que la deja sin aliento. Le quema. La deja vacía. Vacía y libre por culpa de este acicate de querer vivir que resulta muchas veces  demasiado dulce y demasiado breve.

Breve porque a los minutos se le esfuma esa intoxicación deliciosa de saberse cargando el carrito de las compras con todo lo que se llevaría para irse lejos.

Esponjas.

Pinzas de depilar.

Un vestido fucsia.

Una diadema. El pasaporte. Una libreta, dos lápices y un espejo (...) una pequeña lista perecedera y una excitación transitoria aunque todo el día la volverá a desear unas mil veces más. Incluso dos mil cuando sea lunes por la mañana o domingo por la noche.

Luciana Salvador Serradell

Cuando Ana se despidió

Baudouin Winckler
Siempre, siempre, siempre, siempre el fin duró más que el comienzo, por eso Ana se va a enroscar hasta el viernes a la silueta de su melancolía para abrazar el peso de los recuerdos, de los momentos que ya no están.

Que no vuelven.

Que se van.

Que se escaparon. Que la dejaron.

Y luego (...) un par de días después. Dentro de tres domingos, se dispondrá a  acariciar con el pensamiento desinflado lo que se fue cuando la puerta se cerró y que no regresa cuando el corazón echó llave.

Y no lo hará. Tampoco volverá en mayo o en abril y mejor así porque en julio Ana sabrá que es levemente siniestro volver a los lugares que han sido testigos de un instante de perfección.

Luciana Salvador Serradell



Las paredes de Elsa

Baudouin Winckler
En la incoherencia de estas paredes rosa fuerte en las que anido, fuerte adrede, te habito la cabeza con este recuerdo pastel así hoy (...) al menos hoy, no me siento sola cuando no te vea en mi habitación, pensó Elsa.

Luciana Salvador Serradell

La invitación de Marina

Miroslav Tichý
Si tu mundo se cae (...) se te cae, le dijo Marina al oído, crúzate al mío. 



Luciana Salvador Serradell





































Los anzuelos de Milena

Baudouin Winckle
Quizás porque lleva una semana lloviendo hoy Milena se despertó con ganas de desenfundar los anzuelos y salir de pesca. Se arregló el peinado con un broche nuevo, uno que hasta ahora nunca había utilizado por descuido.

Descuido y miedo a las cosas nuevas cuando requieren hábitos a los que no está acostumbrada, como éste de desenfundar los anzuelos que una vez usó y ahora guarda en un baúl, el de los recuerdos. En ese que se compró cuando salir de cacería era lo que se hacía a su edad, a esta ya no pero da igual (...)

Hoy da igual y Milena se viste diferente.

Con fuerza de imán.

Imanes para atraer una presa. Con una basta. Una simple presa para saciar esas ganas que le provoca la lluvia en invierno, sobre todo cuando el frío no acompaña. Es una necesidad interna la que siente, por eso este apuro de salir a buscarlo.

Casi una carencia humana.

Un requisito simple.

Una obligación protectora para con ella.

Como una fatalidad tierna.

Y sobre todo, un menester provocador.

Provocadora por querer arroparlo y dejar arroparse. Abrazarlo y dejarse abrazar (...)  Y todo antes de quedarse sola. Sola como ayer y antes de ayer.

Como siempre.

Sola aquí y allá. Sola en su bañera, en la bañera de Milena para dejar que sea el agua caliente quien la abrigue todo lo que puede abrigar un consuelo y lo peor, sin ella abrazar.

Luciana Salvador Serradell



Un no con fuerza de Malvina

Helmut Newton
- No. No. No. No. No voy a dejar, dijo Malvina en un hilo de voz que apenas se escuchó mientras hacía fuerza para ser fuerte.

- No, repitió. Un no con fuerza, con más fuerza.

(...)

- No voy a dejar que me rompa el corazón esta historia. Ésta.

- Ni ésta ni otra.

- Ninguna. Ninguna porque soy como un pez, eso es lo que él le enseñó. Un pez que besa ahora esta boca y sino es su boca, siempre hay otra.

Luciana Salvador Serradell








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