Los anzuelos de Milena

Baudouin Winckle
Quizás porque lleva una semana lloviendo hoy Milena se despertó con ganas de desenfundar los anzuelos y salir de pesca. Se arregló el peinado con un broche nuevo, uno que hasta ahora nunca había utilizado por descuido.

Descuido y miedo a las cosas nuevas cuando requieren hábitos a los que no está acostumbrada, como éste de desenfundar los anzuelos que una vez usó y ahora guarda en un baúl, el de los recuerdos. En ese que se compró cuando salir de cacería era lo que se hacía a su edad, a esta ya no pero da igual (...)

Hoy da igual y Milena se viste diferente.

Con fuerza de imán.

Imanes para atraer una presa. Con una basta. Una simple presa para saciar esas ganas que le provoca la lluvia en invierno, sobre todo cuando el frío no acompaña. Es una necesidad interna la que siente, por eso este apuro de salir a buscarlo.

Casi una carencia humana.

Un requisito simple.

Una obligación protectora para con ella.

Como una fatalidad tierna.

Y sobre todo, un menester provocador.

Provocadora por querer arroparlo y dejar arroparse. Abrazarlo y dejarse abrazar (...)  Y todo antes de quedarse sola. Sola como ayer y antes de ayer.

Como siempre.

Sola aquí y allá. Sola en su bañera, en la bañera de Milena para dejar que sea el agua caliente quien la abrigue todo lo que puede abrigar un consuelo y lo peor, sin ella abrazar.

Luciana Salvador Serradell



1 comentario:

Angel Eleazar Cassella dijo...

Impresiona tu plática narrativa.

Nunca dejes de escribir.

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