
Un sucio azulejo en la comisaría empaña su libertad en este abrupto paisaje que osan llamar el de los extracomunitarios. Aquí, donde su documento vende su identidad mientras la inteligencia secreta caza ilegales con alas que tienen forma de
topmanta, pakis con pulmones de rosas o chinos con energías de jugueticos de luces que tiran al cielo cerca de Plaza España. Y los guiris no entienden de estos tornillos sueltos que andan por Barna, con sandalias y faldas rumanas.
Una patada al negrito, a la de la limpieza que es latina o a la rusa que viene por ahí. Al brasileño transexual o al moro por moro. Maldita vida loca que los lleva pá arriba y pá abajo en
patera o en
avión, con cara de turista y una familia escondida que quiere llegar al mundo de las delicias primermundistas. Y un sucio azulejo en la sala de espera de emergencia empaña su libertad, y los sueños se empiezan a ir cuando cuesta respirar con esto de vivir del contrabando. O la nigeriana de 15 que se prostituye en las
Ramblas o la rumana en San Antoni y la argentina desde
Loquo.
El paisaje de los vencidos camina por el Borne, se estrella en una esquina, lo graban en Youtube, se prende
fuego y sale en las noticias justo después de cuidado con las carteras y antes de los índices del desempleo.
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