Plastilina moldeable

Y, ¿sí de verdad somos plastilina moldeable? No quiero ser el único caso de análisis psiquiátrico dentro de mi grupo de egresados de Ciencias Políticas; espero que algún otro, de los que ya no se nada de sus vidas, haya llegado también por diferente camino a la misma idea.

La verdad es que últimamente todo se remite en mí al recurrente hecho de salir voluntariamente de los parámetros prefijados por la sociedad. Gráficamente sería desdibujar la frontera de lo que es normal y anormal o atípico, pero de manera voluntaria. Como algo que se desprende de mi esencia misma, “porque tenía que ser así y no de diferente manera”, explicaría al que me pregunte.

De todas maneras, soy conciente que vivo dentro de un sistema marginado por una sociedad que, además carga con el legado de la humanidad. Y de ahí la necesidad inmensa de no poder salirse donde todo es tan fugaz: un precio marcado por el mercado y el capitalismo te termina vistiendo; te da de comer su comida sana y te enseña la comodidad que te es ajena hasta que te la muestran y se apropia de todas tus necesidades.

Y eso de la plastilina moldeable es porque jamás vamos a ser propios. Vengo de un país que toca tangos grises y vota al peronismo, ahora vivo en una de las ciudades más cosmopolitas de Europa. Acá o allá es lo mismo, acá un poco más tranquilo.

Acaso existe un lugar donde cada quien es quien realmente tiene que ser, sin influencias exteriores de medios de comunicación, propaganda e iconos socioculturales. No hay nadie que no sea reflejo de la sociedad en la que vive y somos todo el producto de un mundo prediseñado por movimientos culturales. Y ¿qué es la cultura? Algo que te imponen desde afuera. La cultura de las goteras donde cada quien se tiene que moldear como plastilina para estar a tono con el sistema.

Me da tristeza no encontrar esa tierra de total libertad. No se si no existe, pero todavía tengo tiempo para seguir buscando.



Luciana Salvador

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