La impotencia se hace sentir

Era una actitud muy perversa que se anteponía contra cualquier personalidad resignada. Se la comía de un bocado y las asfixiaba de a poco con la lengua estrangulando a su víctima hasta hacerla desmayar del dolor. Era perversa. Sofisticada también. Atrapaba a su presa con una frialdad que no se inmutaba ante ninguna misericordia. Era penetrante psicológicamente y generaba descontento. Era cruel. Era celoso. Era soberbio. Una voz punzante de tono correcto que habla sin mirar y no había nada de sentimiento detrás de sus palabras.
Yo misma lo hubiese destruido con mis dos manos si hubiese sido la del coraje fuerte cuando se podía hacer. Ahora es tarde y en la retaguardia están los que escapan de sus ganas. Los débiles, estúpidos. Los que son como yo.
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