Oda al sexo

Push push, ahh
Push, push haa
Push, push, ahh
Push, push haa
Push, push ahh
Push, push, push
Ahh, hha, ahhhhh


La gracia o desgracia (del sexo) está en el acento con el que se entona la última letra de cada una de estas oraciones.

El secreto

Porque voy a contarte esto todavía no lo se. Puede que necesite contárselo a alguien y pueda que seas tú.
Este es el año 2008. Tengo treinta años, vivo en Europa y aún no he nacido. No estoy loca y no soy la única involucrada en esta historia, todos lo estamos aunque unos pocos elegidos la conocen.
Siempre hubo cosas que no se contaron, historias que se saben a medias. Secretos bien guardados que no pueden ser revelados. Pero no todo se puede guardar para siempre. Alguien puede traer el secreto.
Todo empezó en el futuro del 2008, dentro de 543 años. Me llamo Ona, nací el 16 de diciembre de 2521 -continuará-

Mi consumismo

Me compré un perro y un gato. Los vendí y me compré tres rosas y dos saquitos de té verde. Los vendí y me compré un cable a tierra y una antena satelital. Los vendí y me compré un par de zapatos y gafas de lejos. Lo vendí y me compré agua mineral y un reloj cucu. Los vendí y me compré un brazo y una pierna. Los vendí y me compré azulejos y un espejo. Y los vendí y me compré un libro y tres candeleros y los vendí también. Y me compré un mantel y una escoba. Y a la escoba la tiré y al mantel lo vendí y me compré un adiós y un bienvenido. Y al adiós lo regalé y al bienvenido lo vendí y me compré un frasco de mermelada. Y a la mermelada la vendí y compré un cepillo de dientes. Y al cepillo de dientes lo vendí también y me compré cuerdas para la guitarra. Y a la guitarra la regalé y a las cuerdas también.

Conversación irónica

-Hola, ¿qué tal?-.Preguntó la ironía colgada de una soga que colgaba de una enredadera que se perdía en la pared de aquella casa. -¿Qué tal?-. Acá voy, con un calor de estrellas que me agota cada vez que intento ser más humana, le respondió la violencia mientras olía hormonas y se encendía un porro de adrenalina. Se estiraba las arrugas de los resentimientos, escupió dos veces bronca y se miró el puño derecho rasguñado. - ¿Qué te pasa que me miras con mala cara?-, le preguntó con la misma ira de siempre mostrando despechó en la manera de acentuar las palabras. La ironía, que en otras ocasiones hubiese sido directa, dudó en responder. Guardó silencio.- ¿Qué te pasa?-. Y entonces respondió que le resultaba satírico que la violencia fuese femenina. Una ironía más con la que convivíamos.

Bésame la boca y toda la frente

Bésame la boca y toda la frente. Bésame mis manos y mis codos. Bésame los pies y las rodillas. Bésame la nuca y el cuello. Bésame el ombligo y la espalda. Bésame las orejas y los ojos. Bésame las piernas y el estomago. Bésame toda la boca. Bésame mis días y mis noches. Bésame este lunes. Bésame en la oscuridad y en plena luz. Bésame las lágrimas y la risa. Bésame los suspiros y ronquidos. Bésame cuando me pierdo y cuando me encuentro. Bésame en los almuerzos, en las cenas y en los desayunos. Bésame por sorpresa. Bésame hoy y bésame mañana. Bésame al teléfono y en un mail. Bésame en la vida. Bésame en la muerte.

La casa

Había pasado años en esa casa. Había viajado a miles de lugares, se había mudado a miles de ciudades y casas diferentes pero siempre estaba ese lugar intacto. Su único lugar de siempre. Un punto inerte en su vida nómada. Cómo iba a fijar un nuevo punto de apoyo para sus recuerdos si esa casa ya no estaba.
Desvió la mirada más allá de las macetas del balcón y sus pupilas se dilataron. Se le cerraron los ojos por la fuerza del sol. Los tenía rojos. Había estado llorando horas previas a las tres de la tarde.
Compuesta, se sentó tranquila a suspirar las consecuencias. A miles de kilómetros quedaba enterrado el único recuerdo que tenía de una parte de su vida que ahora le parecía estar años luz. No quería olvidarlo, no como se hace cuando el tiempo da un paso y las cosas viejas se guardan.
Y entonces cómo se sigue, se preguntó aquellas primeras horas de la mañana. Los recuerdos mentales con el tiempo se terminan desvaneciendo, igual que las caras de los primeros amores, de los amigos de la infancia, de gente que uno ve caminando y promete no olvidar. Pero el tiempo va metiéndose en los puntos que dibujan los recuerdos hasta hacerlos borrosos. De eso tenía miedo, de olvidarse de cómo era.
Tenía todavía todas las esquinas frescas, las mesas, sillones, inclusive ruidos y olores. Pero sabía que por más que tuviese una memoria de elefante con el tiempo se iba a olvidar del olor a kerosene en la cocina o el teléfono gris sobre una mesita pequeña. Los platos y vasos blancos con dibujos de patos naranja.

Hoy te secuestro

Tengo un par de fantasmas y unas ganas terribles de arrebatarte de su mundo. Acercarme a ti, saludarte con un beso, taparte los ojos y que huelas algo que te deje dormido. Que te despiertes en una cueva afgana sin luz, lejos de ella, que me dejes regalarte una flor y por un día empezar otra vez sin intentar remediar las causas perdidas, que para eso está ella y ella no está aquí.
Quiero sacarte las ganas y que pruebes todas mis recetas. Comer jabón si es necesario. Cruzar el desierto de Gobi y comer cuzcuz en Marruecos. Juntar arena en Egipto o tomar el agua del Ganges.

Las consecuencias del amor

Las consecuencias del amor, señoras y señores, son contradictorias. Duele, y duele mucho, tanto como las piedras en los riñones o un trasplante de corazón, pero es lo mejor que se puede probar. Acido y dulce. Frio y caliente. Empieza en la boca, baja por la garganta y cuando choca contra el estomago desprende tal adrenalina que uno se olvida de respirar. La epidermis se eriza y el escalofrío baja desde la razón por la columna hasta los pies y te deja sin suelo. Pierdes el equilibrio, te desbocas. Todo cambia. Y entonces te sacude y lo que pasó en ese primer minuto se te pega en la cabeza. Su olor. Su aliento. Su textura. Su voz. Sus ojos. Y hay siempre una canción que se repite y se repite constantemente cuando uno entra en terapia intensiva a punto de morir por el dolor. Sí señoras y señores. Si me preguntan si vale la pena. Lo vale.
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