Virginia le recorre

Brooke Shaden
Virginia le recorre.

Le recorre la forma de sus ojos desde antes, desde antes de ver por primera vez todo lo que le desconoce y lleva así recorriéndolo sin verlo más de mil días, una vida.

Toda una vida.

Lo recorre con la ilusión de un día verlo, verlo por primera vez. Le recorre el borde de su sombra con el dedo índice y cuando llega a su mano se la ata a la suya.

Una mano que no conoce.

Que nunca vio.

Le ata también los pies a sus pies, su espalda contra la suya y se sienta tranquila a escuchar. A escuchar desnuda como se le acelera el corazón si intenta mirarlo a la cara. Mirarlo. Si intenta desatarse. Desatarselo (…)


Ana al caer

Brooke Shaden
Ana habla antes de caer. Cuando cae. Cuando vuelve a caer. Cuando piensa que se va a caer. Después de caer. Y sobre todo, al caer (...)

Se me antoja algo grande. Enormemente. Que disimule lo que no tengo.

Lo que no cargo.

Algo que me haga sostener, que no me deje caer.

Caer mañana a esta misma hora.

Algo que no me haga tropezar con el abismo cuando el abismo está adentro mío.

Cuando el abismo soy yo.

Yo.

Cuando no hay más que un salto. Un salto para dejarme caer y después de caer, saltar de nuevo y volver a caer. Caer en cualquier lado, a cualquier hora. Caer en el kilómetro cero y empezar la carrera de nuevo para tropezar intencionalmente con eso grande que disimule lo que no tengo.

Vamos a darnos un revolcón sucio

Vamos a darnos un revolcón sucio para limpiarnos esta ansiedad de querer querernos de manera limpia. Vamos a saltar desde lo más alto del abismo para aprender a sujetarnos de la mano cuando no queda nada después, cuando después es esto y esto aveces es nada.

Vamos a gritar con todas las fuerzas lo que lastima y lo que lastimó para sacarlo de adentro, pero sobre todo para que no vuelva.

Que no vuelva.

Vamos a correr alrededor del mundo con la misma velocidad con la que te quiero dar un beso cada vez que te veo.

Vamos a arrodillarnos. Tocarnos. Acariciarnos.

Vamos a dar gracias. Gracias por dejarme respirarte hondo, llenarme los pulmones de tu aire, vaciarme el estomago de un suspiro y volver a llenarme de esta ansiedad que me provoca querer quererte de manera limpia cuando nos damos un revolcón sucio para limpiarnos las ganas con las que nos queremos.



La mala educación de un te quiero

Aëla Labbé
Es hora de no tener educación porque voy a comer sobre tu espalda, con las manos y sin cubiertos la intenciones que ahora siento y me limpiaré la boca de tus miedos con algún rincón de tu cuello. Voy a estornudarme mis ganas, las que tengo por vos, todas las que están, en el lóbulo de tu oreja para que ninguna se me escape. Y después de escupirte besos tan intensos, tan tuyos y tan míos, y empujarte hacia mis caricias con abrazos que son todos tuyos, recorreré sin permiso y con palabras descalzas el enredo de tu barba con la simpleza de un te quiero.


La ausencia que llena a Irene

Massimiliano Minocri
La ausencia que siente Irene es un hueco tan grande que no se llena, que la paraliza. Que le saca más de lo que se llevó. 

Que la tiene vacía.

Hueca.

Sin nada por dentro.

Que la deja ahí, con una sensación que desconocía y que empieza a odiar por las ganas sinceras de lo que no fue. Por esas ganas que no van a dejar de crecer, que nunca va a dejar de tener porque le pertenecen. Porque nacieron en ella. 

Porque era de ella.

Es un interrogatorio falso que se ha montado en su cabeza hoy triste con el destino, son esas mil respuestas que se borraron. Que cada segundo se encarga de borrar. Todo lo que era y no es más. 

Un sonido, un olor, un gesto, una risa. 

La manera en que sus ojos miran. Lo que quería ser, las probabilidades y oportunidades. 

Él. 

Ese presente que lo sentía tan suyo, mi niño, y el futuro que era de ellos, mi niño.



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