Sucedió. Apareció, sonrió, conquistó, aprovechó, divirtió, tajeó y marchó. Y cuando marchó se lo llevó todo. Todo porque dejó un agujero tan hueco que ahora no se sabe con qué volver a llenar. Y eso que se lo advertí. Se lo dije al oído todas las noches antes de quedarse dormido. Cuidado. Cuidado porque no quería que le pasara a él. No a él. Nunca a él. Pero sucedió tan de prisa. Apareció, le sonrió, lo conquistó y se aprovechó de esa conquista. Tan maldito fue que se divirtió antes de tajear el cuerpo en dos, arrancarlo de adentro y marcharse. Le latía en la mano cuando se lo llevó. Latía fuerte. Para que robárselo así si estaba tan dispuesto a sumir. No lo apreció nunca, se lo dije. Y lo advertí millones de veces. Todas las veces cuando lo escuchaba adentro latir, cuando reía, cuando lloraba y también cuando me sentaba a ordenarlo todo. Cuidado a quién te das. Mucho cuidado. Y me lo robaron. Me lo arrancaron de cuajo en mis narices. Se lo llevaron y vi como se lo llevaban y tonta yo que preferí que fuese así a nada. Y ahora tengo un agujero tan hueco que no late y no se con qué volver a llenar, esta vez no alcanza la falsa ilusión de mañana volver a comenzar.
1 comentario:
Ufff. Desde q t lei en Ágora me enamoraste. .... Ángel
Publicar un comentario