Es ilógico, no lógico como los
sabores que a la mente le gustan. Así le camina por dentro, como
cosquillas irracionales que le llenan la cabeza de sabores, todos los
sabores que se pueden escarbar de las ganas que le tiene. Es también
irracional, no racional como la presión fuerte que siente en el
estomago. Así se le mueve
por dentro, como escalofríos que se pasean por la piel erizándola
para después encogerla hacia ese deseo que la controla ahora. El del apetito, el capricho y el anotojo que provoca la química de los cuerpos que se atraen como imán. Tan
demencial, tan alucinante, tan caótico e igual de increíble como la
contracción y la dilatación que hace el corazón
cuando empieza a existir.
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