Mona Kuhn |
Que no se ve.
Princesas que abren sus piernas para dejarse querer con el mismo entusiasmo que la luna le echa a la marea. Mujeres que aprenden a susurrar lo exacto que enciende sin sentir lo más mínimo lo que se siente susurrar al oído encenderse.
Prenderse fuego. Quemarse por dentro.
Quemarse desde los labios, la boca, toda la boca. El estomago, más abajo del estomago, el útero y la piel entera cuando se brota en escalofríos que retuercen. Que la retuercen y la explota contra todo.
Contra la cama, las sábanas, las baldosas frías del piso, el tapizado del sofá, la madera de la mesa, los azulejos del baño y las cortinas de la ventana para después volver a sujetarse de la pared para no dejarse caer. Voltearse.
Voltearse de golpe y volver a quemarse y quemarse para siempre volver a tomarse de las manos.
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