Lo espectacular de Karla

Quise jugar a hacer algo espectacular. A comerme el mundo de un bocado sin respirar. A tocar el sol con los dedos. A regalarme todas las promesas que me vine haciendo por eso de especular y siempre salir perdiendo. Siempre.

Quise dármelo todo. Todo. Merecérmelo por el pasado que me aplasta y este presente tan efímero que me obliga a lo liviano de los pensamientos pesados para poder caminar. Respirar.

Quise dármelo todo por el futuro que no me conecta con mi necesidad tan torpe de querer estacionar lo que siempre pierdo. Lo que siempre olvido. Lo que se va. Lo que nunca llega.

Quiso hacer algo increíble. Para ella. Para aprender que no es hacer. Que lo espectacular, lo increíble es Karla. Es ella. Es ella cuando lo pierde todo y esa torpeza tan simple de intentarlo siempre. Volver a intentarlo de nuevo cuando todo sale mal.



Luciana Salvador Serradell


Los derechos de Marta


Por derecho eras para mí. Tan para mi como mi oreja derecha y el sabor a limón cuando me entra. Cuando lo trago. Como las ganas de no contarte mucho ahora que no somos nada y esas líneas que se me dibujan aquí por eso de que ya llevamos años, uno cuantos dando vueltas sin querer coincidir. Por derecho eras para mí. Tan así como las ganas de que suceda lo que no está planeado cuando hacemos todo lo que queremos.

Por derecho eras para mí. Como mis dedos. Mis brazos. Mi columna. Mi ombligo. Mis piernas y mis pies. Tan mío que me olvidé de que yo no soy de nadie y me dejaste ir, es lo que jamás le dijo Marta al oído cuando nunca se encontraron.


Luciana Salvador Serradell





Con “m” de amor y Martina




Suena el teléfono y Martina no lo atiende. Tampoco el timbre de la puerta y ese pensamiento que se vuelve denso cuando lo quiere apagar.

A Martina le pasa que los domingos se da cuenta de todo lo que quería hacer y ese punto final de mandar todo al carajo, que le pone a todos sus principios antes de empezar. Y entonces Martina a las siete entra en crisis.

Ahora.

Toma aire. Como en un ataque de pánico mental. Y culpa a todos mientras reparte reproches personales al teléfono que suena, a la puerta que golpean, al pensamiento denso que le huele a suavizante y le molesta.

A todos.

Y a todos les grita con esas fuerzas, esas fuerzas tan de adentro suyo que no se gastó en todo lo que quería hacer hasta que se da cuenta que es ella la culpa.

¡Soy yo!

Soy yo la que se aparta de lo planeado y no porque otro me empuja, si no porque voy tanteando. Martina va probando eso de qué tal y si mientras tanto, por ello menos mal que hay días negros para ver las cosas claras, pensó.

Por Luciana Salvador Serradell


El aburrimiento dedicado de Marta


No te puedo prometer nada porque a los dos días me aburro de quién soy y de todo lo que siento cuando no estoy contigo.

Del aire de tus besos que se vuelve denso y no quiero que sean míos. De tu mirarme tan tuya, tan excesivamente tuya cuando no quiero ataduras. De tu querer sostener mi mano cuando pienso en no tocarte. De tu sonrisa más sincera y mi risa tan falsa

De tus ganas de querer meterme en tu mundo rotundo cuando quiero ahogarme en las indefiniciones del mío. En mis líneas de lo absurdo. En mis mañanas sin realidad. En todo esto que te puedo dar mientras me dura la Marta que fui ayer. Que hoy no quiero ser.


Luciana Salvador Serradell


La noticia de Olga

Alfred Stieglitz


Ayer viernes recibió una nota escrita con palabras suaves, de esas que lastiman sin doler, diciendo que se va a morir. No ahora, tampoco mañana o inmediatamente pero pronto. Igual que cuando murió él. Se pierde, se deshidrata y no se acuerda de muchas cosas y todo deja de existir, como si nunca hubiera vivido.

La noticia de la carta la inundó un rato largo y después se olvidó.

Se olvidó hasta el día siguiente cuando leía un libro sintiéndose completa con el sol dándole en el cuerpo. Con el calor en la cara. Con las cosquillas del día. Con el aire de estar viva. Con la certeza de ser ella.

Pensó en el pelo rojo de una amiga, ocurrencias cuando dejas volar la mente.

Y de golpe le vino la noticia que se iba a morir. Se levantó por un vaso de agua y recordó que sólo ella es la que conoce los nombres de todos los muertos. Desde su principio hasta el final. Y que ella se los sabe a medias y otro tanto se los inventa, pero es sólo ella quien conoce su pasado con exactitud y no lo dejó escrito. No lo dejó escrito en ninguna carta, en ningún papel.

Olga bebió agua y volvió al sol llena de preguntas sobre nombres e historias, sintiéndose más vacía que nunca.


Luciana Salvador Serradell












La oda de Marina a los animales que se van

Katerina Plotnikova


Tan mala es la gente cuando no sabe ver lo inmenso de la vida, de tu pequeña y gran vida y el segundo exacto en que todo empieza a doler por eso de tu ingenuidad animal de no poder hablar.

Que mala es la gente. Que mala es la gente que no te supo abrazar, que no te supo cuidar. Que no te supo querer con la misma sinceridad con la que tus ojos se rindieron para dejarte partir. Para no estar más aquí. Para dejar de sufrir.

Que mala es la gente que se olvida de querer las cosas bonitas de la vida, al prójimo, animales y plantas. Que mala es la gente, pensó Marina esta mañana justo después de ver el Instagram y dos vídeos en YouTube.

Que mala es la gente, suspiró de nuevo Marina en su cabeza y pensó en voz alta qué hacer para compensar eso de los desequilibrios de mucho querer, con el corazón abierto y los ojos llenos de lágrimas, y el poco hacer detrás de una pantalla y el botón del play

Que mala es la gente.



Luciana Salvador Serradell
Mi oda a todos los animales que son asesinados por su piel. 
No usen abrigos de piel. Investiguen en Internet la crueldad con la que son asesinados. 
No alimentes esa industria.

Respira hondo Paula

Elena Vizerskaya

Respira hondo. Más hondo. Hasta que las paredes del estómago se te peguen y apaguen. Hasta que se te vean los huesos. Lo que hay adentro y lo que no se ve. Hasta que no te quede nada de lo que no eres. Hasta que te quedes vacía de todo lo que no te llena.

De lo que asfixia. De lo que no eres. De lo que probaste y no te gusta. De lo que no te importa. De la que no eres.

Respira hondo Paula. Más hondo. Respira con fuerza. Más fuerza hasta que la garganta se te seque. Los ojos te lloren. Las manos te transpiren. Tragues saliva.

Te rompas en mil pedazos.

Hasta que el aire te raspe por dentro para desprenderte de lo que pesa sabiendo que lo sobra no eres tú. Respira hondo una última vez y que sea tu primera vez para que no vuelvas a olvidar quién eres.

No lo olvides nunca Paula. Que nada ni nadie te distraiga de lo que te habita.


Luciana Salvador Serradell


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