Merlín

Diciembre, 1567.
Había nacido con la marca de la Luz en su espalda. Minúscula. Hermosa. Suave. Blanca. Frágil, era niña.
Y creció sabiendo que era la hija de Merlín. Por las noches dibuja sus pensamientos en las paredes de la torre en donde la escondían. Cuentan que nadie jamás la vio dormir. Y a las cinco de la mañana de cada fecha trepaba a la ventana más grande. Sentada veía el sol salir. Comenzaba un nuevo día.
Cada detalle de su vida había sido pronosticado para permanecer en secreto. El conjuro de su profecía nacería cuatro lustros y 4 años después de haber nacido. Y el rey tuvo miedo de lo que pudiera suceder. Con cien caballeros buscaron la tumba de Merlín, su padre. La rodearon con agua bendita para después quemarla. Pensaban que podrían acabar con su magia. Pero no hubo azar que se pudiera disfrazar. Merlín ya había trazado todas las líneas que su hija aprendió a dibujar.
Cumpliría cuatro lustros y 4 años dentro de sesenta días. Y la seguridad en su torre se había triplicado.
El rey aguardaba la profecía. Nadie sabia bien que iba a pasar. Se hablaba de guerras o plagas. Tal vez Inundaciones o sequías. Pero había que esperar, y en la expectativa de evitar lo que pudiera llegar a pasar el rey pidió por la hija de Merlín.
Faltaban tres días exactos para que cumpliera 24 años. Los mismos tres días que le llevaría llegar desde el castillo donde estuvo escondida hasta la corte del rey.
Estaba sentada, como si supiese lo que pasaría cuando entraron a su torre cinco hombres vestidos de armaduras. No hubo necesidad de fuerza. Ella camino sola.
Viajaron a caballo y acamparon dos noches. Ella jamás habló. Estaba inmóvil, sentada frente al fuego. Ninguno de los cinco hombres podían sacarle los ojos de encima. Criatura bella con historia exótica. Conjuros de magias y simpleza. Era el cuerpo perfecto. Manos suaves. Piel cándida. Ojos pardos.
El mismo día de la profecía entró a la ciudad. El pueblo estaba por curiosidad bordeando las calles por donde ella pasaba. Nadie hablaba, solo observaban a la hija de Merlín.
Las puertas se abrieron. El rey estaba sentado y a su alrededor cientos de hombres de custodia. Ella entró con una seguridad tan sugestiva que pensaron que se trataba del mismo Merlín.
Y dio todos los pasos necesarios hasta frenar frente al rey, con una reverencia lo saludo creando armonía en los pensamientos del hombre. Ella levanto la mirada, buscaba la de el.

No hay comentarios:

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...