Esos momentos felices

Aunque tenía cinco kilos de más las curvas de su cuerpo la tentaban para que se las manoseara. Quería ir siempre ahí abajo. Estaba obsesionada con tocarse al menos unas 20 veces al día. Lo pensaba y tenía que ir obligada a un lugar vacío a tocarse. Empezaba por las manos. Las acariciaba suave hasta compenetrarse solo en la mano acariciada, la que acariciaba solo servía para eso, para tocarse. Pero la que sentía era la otra. Después subía por los brazos y se iba alternando. Los hombros, y bajaba a sus pechos. Sentía siempre la necesidad de sacarse el corpiño para poder tenerlos por completo en sus manos. Bajaba por el estomago y ya iba sintiendo ganas de ir ahí abajo.

Estaba obsesionada con su pubis. Una manera desquiciante. Todo remitía durante el día a ese hecho. Todo era por eso: tocarse. Una película, un libro, una foto, una idea o cualquier persona.

Tocarse se había transformado en el premio constante a su buena voluntad de mujer soltera. Tenía ganas de mil cosas grupales pero solamente se arremetía a los derechos que le otorgaba a sus dos manos. Era ambidiestra y se tocaba tanto con la derecha como con la izquierda.

Sus 5 kilos de más se transfiguraban en su cabeza a una figura porno que se descoloca la cintura frente a las cámaras. Cerraba los ojos y mordía sus labios. La respiración se le aceleraba y los movimientos del pecho eran cada vez más rápidos. Su mano tenía un movimiento constante y por momentos tan suaves que parecía terminado el acelere. Después volvía al ritmo constante y había alcanzado ese estado levitativo y de sintonía perfecto con el resto de la natura por 2 minutos y 37 segundos.

Cuando había terminado, se componía y traía la cabeza de nuevo al lugar donde se desplomaba. Se acomodaba la ropa y subía las bragas. Había veces que tenía que detenerse un rato a descansar porque sentía calambres en las piernas de tanto abrirlas. Se chupaba los dedos porque le gustaba su olor. Y salía de nuevo al escritorio, al lado de los otros escritorios donde están sus compañeros de trabajo, mucho más feliz que el resto.


Luciana Salvador

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