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Rikki Kasso |
Bailando debajo de las estrellas sobre el césped mojado. Descalza y enamorada. Caminando de la torre del castillo de Rapunzel hasta la estación de tren en Chiyoda. Comprando un ramo de flores blancas y un billete al centro de la tierra sin escala. Un vestido limpio y las manos nerviosas, sale apresurada de un lugar que nadie conoce con un cigarrillo pensativo recién encendido y con la cabeza en otro lugar, pensando ahora en ella. Y cuando se piensa camina por el único jardín encantado que todavía queda y por el pueblo de garifas que lleva un tiempo abandonado. Entra al túnel que une el río salado con el mar dulce, salta montañas altas, cruza aldeas azabaches, habla con los árboles, con las nubes y se olvida de la mala fortuna al tropezarse. Cuando se piensa se enamora del tiempo que no lleva reloj, de la luz del día, de los tal vez y del sabor del agua y del limón. De lo oscuro de la noche, del silencio del ruido. De las cuentas con los dedos. De la última página de un libro, del espacio que el aire infla. De los sueños incondicionales, del instante que acaba de suceder, de la risa al miedo. De sus pies tan pequeños y esos pasos tan grandes. De las estrellas en su cama, de las probabilidades y de la posibilidad verosímil y fundada de que algo espectacular a punto de pasar le pueda suceder.
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