No quiero olvidar que no te quiero repetir jamás

Aleksandr Munaev
Dame un poquito de la soga que te ata a mi ventana y sácate eso que atrapa todo lo que sale, lo que me sale cuando te saco de mi cama y en mi cama nunca estás.

Dame un poquito de agua caliente para echarle a la mía fría que tiene ocupado la mitad de mi colchón y en invierno tengo frío y en mi cama nunca estás.

Dame un poquito, un poquito más de la prosa que me colabas como mariposas. Que siempre me colabas cuando estabas, cuando todavía entrabas por mi ventana y así no me olvido, prometo no olvidarme jamás cómo fue que te quise con las cuatro patas de la cama, la puerta del armario, el marco de mis cuadros, el picaporte de mi casa, la alfombra del patio a mi jardín, el pelo enredado, los dientes recién lavados, la bolsa del supermercado y una margarita, y así y sin más, prometo recordarlo para no olvidar que no te quiero repetir jamás.



Luciana Salvador Serradell




¿Me querrías igual si fuese zombi?

Y si hoy empieza ese apocalipsis zombi del que siempre tanto hablamos, ¿me llevarías contigo? ¿Me protegerías? ¿Me cuidarías? ¿Correríamos juntos?

¿Te quedarías despierto cuidando que ninguno aparezca mientras yo duermo y si apareciera, le cortarías la cabeza por mí?

Y si empezara ahora, yo acá y vos donde empieza Balmes, ¿vendrías a buscarme? ¿Te latería fuerte el corazón de pensarme tan lejos y sin saber qué?

Y si para cuando llegas me encuentras hecha zombi, ¿me cortarías la cabeza o me llevarías así, contigo?

Luciana Salvador Serradell


Se sintió tan bien enamorarme de vos

Aëla Labbé
Y un día me enamoré de tu manera de enamorarme y se sintió tan bien, como cuando la música inunda nuestra habitación si un sábado decides cantarme. Y el oído se pone sensitivo y el corazón se estruje para sacarse de adentro todo lo que el amor entre dos provoca.
Y entonces te pregunto si esto será para siempre.
Y te acercas.
Y me miras.
Y me acaricias la cabeza y siento tus manos y me dices que sí y me ato a tu promesa porque no hay otra cosa que quiera más que estar contigo y entonces el mundo se desvanece. Nuestra habitación desaparece, la música se pierde, las paredes se caen y los cuadros y las seis plantas. Las alfombras se borran y los almohadones y todas las sillas y las dos mesas. La luz se vuelve más luz, el piso flota. Nuestra distancia se une, la piel se me eriza y el aire se llena de tu olor y te miro y me miras. Y todo esto siento cada vez que te acercas.
Te acercas y me besas.


Luciana Salvador Serradell



La excusa de la princesa valiente y con galera

Erwin Olaf
Dame una excusa corta para empezar a contarte una historia tonta en la que una princesa valiente y con galera rescata a un príncipe adorable y en apuros, que monta jabalíes. Y lo ata a un árbol verde para que nunca se le escape porque de tan adorable, pensó entonces Carolina, debe ser siempre adorado y nadie mejor que ella que no tiene prejuicios, ni recelos ni tabúes. Ni aprensión por lo sucio cuando está claro, ni escrúpulos cuando la realidad no es tal y su príncipe es apenas principito.


Luciana Salvador Serradell


No me gusta tu ombligo

Erwin Olaf
Me gusta la descripción corporal de tu cuerpo cuando te digo que no.
Que hoy no te tengo ganas. Ni ganas de verte mucho menos de comerte y cierras la boca y te tragas las palabras como cuando masticas humo y te hundes. Y me das lo mismo porque hoy, especialmente hoy, no tengo ganas y te lo digo a la cara y tus pupilas se dilatan y me enardezco y de nuevo te digo que no. 

No. 
No.

No dos veces más y te provoco. Te provoco y te incómodo, y de tanto incomodarte espero que entiendas, que entiendas de una vez y ya por todas, que simplemente has dejado de gustarme.

Que tu ombligo no es el mí.
Y las alas no se cortan. Menos las mías.

Luciana Salvador Serradell


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