Conformarme con su saliva no siempre basta, pero no pude pedir nunca más de lo que fue. Morirme por su piel y enterrar mis vicios en sus poros. Besar su cara, acariciar sus marcas, escuchar su sangre, querer su cuerpo.
Pero no todos siempre están listos, y cuando lo están, ya no hay nada. El defecto negro de pensar que todo dura para siempre. Y el tiempo pasó, y ella buscó otro hombre a quien besar con los ojos abiertos, miedo tremendo a no dejar de pensar en aquel cuerpo.
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