El interrogatorio en migraciones era el
mismo pero por alguna razón las preguntas le sonaban diferentes a Eva, o
acaso era este viaje a la luna que la tenía tambaleando en la
ambigüedad, entre sentirse rara o llena de felicidad. Si ya había
viajado al espacio más de 30 veces, la primera vez en una misión
secreta en 1986, justo después del mundial, en julio, entonces por
qué migraciones la ponía hoy nerviosa. El tipo de bigote gordo y
corbata ajustada ni siquiera levantaba la mirada para poner el sello
que te deja salir de la tierra, tampoco prestaría atención a Eva, mucho menos a ese calor sofocante que la quemaba por dentro. Tragó saliva y sintió como un sabor
metálico lo inundaba todo, se llevó la mano izquierda al cuello y la sintió fría y
transpirada, se aseguró de tener el pasaporte en un sobre, justo debajo del brazo
izquierdo. ¿A la luna?, pensó. ¿Por qué me pone tan nerviosa
viajar a la luna si ya he ido y vuelto más veces que ninguna otra persona? Entonces lo supo, es la única que sabe cómo volar al espacio directamente desde Talcahuano y Alberti, en pleno centro de Buenos Aires y hace tiempo que no se da ese gusto por eso de andar con los pies demasiado sobre la tierra, el de viajar a la luna de vez en cuando.
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