Alicia, la del país de las maravillas un día se hizo grande y cumplió 50, y entonces se dio cuenta que el cuento en el que vivía era una fábula larga que la tenía cansada y amargada; y sin embargo su vida, la que ahora tiene 50 años, era mucha más corta de lo que supuso y tuvo necesidad que sea real, por eso dejó de creérselo.
De creerse el cuento.
Y hoy se pasea lejos de las librerías compensando los cambios hormonales de la menopausia con pastillitas de color azul y aveces con el humo saborizado de un narguile.
Esta nueva Alicia, la que se relaja con el humo y que es tan real como las ganas que todos tienen de dar un buen día con ese país de las maravillas, no se come otro verso ahora que está madura, que tiene canas y arrugas, y que hace tiempo dejó de hablarle al Conejo Blanco desde que empezó terapia para graduarse de esta realidad. La realidad donde sus 50 años valen más que los mil cuentos que le puedan llegar a contar.
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