La depresión del potaje


Cuando esta mañana se despertó el ama de casa que no vive en la mía, encontró tal alborto mobiliario causado por el desorden de un lago en el medio del comedor. Un lago, un verdadero lago salado atravesando el paso hasta la cocina. Demasiado temprano en hora y fecha para saltar al agua, dar las primeras brazadas y alcanzar la cocina. No era hasta junio que nadaba en el mar, pero además de ama de casa era capitana, capitana de la nave familiar y excelente nadadora contramarea, en las buenas y en las malas.
Catorce kilómetros fueron los que nadó, es lo que contaría el plomero más tarde a la vecina del piso de abajo. Si hubiese ocurrido en septiembre o en noviembre no los cruzaba a nado, abría las ventanas, encendía los cuatro ventiladores y dejaba secar. Pero era casi marzo y no escatimó en ayuda, aún cuando el agua estaba fría y a los siete minutos se le acalambró la pierna derecha.
Primero aparecieron un par de garbanzos flotando, el par pasó a ser toneladas emergiendo. Toneladas de garbanzos. Se le hacía pesado bracear y a medida que se aproximaba a la costa de la cocina, entre los garbanzos aparecieron también alubias y lentejas. Cientos de ellas, tantas que esta vez temió haber llegado tarde. Aceleró el cuerpo y, con la adrenalina funcionando en máxima se le activaron los pensamientos y entre todos los que más habían eran los malos. Se lamentó haberlo dejado solo en el fondo de la alacena, que ingenua se vio pensando que el Prozac lo arreglaría.
Cuando piso suelo firme se sacudió las legumbres con cuidado y corrió hasta que el sudor se volvió muy frío y los pulmones le pidieron un respiro. Volvió a correr y cuando lo vio se tiró sobre él y con todas las fuerzas de Sansón lo revivió. Entonces juntó sus garbanzos, sus lentejas y también sus alubias; cuando terminó lo acarició con ternura hasta volver a darle forma. Despacio salió del coma en el que estaba, abrió los ojos acristalados por haber llorado un lago de agua salada y pidió perdón a la ama de casa por no haber tomado su antidepresivo. Siempre es así en la cocina con el potaje, la primavera le sienta triste y el verano termina por deprimirlo.

Los II Premios Revista de Letras

¿Acaso se puede tocar el cielo con las manos? No se. Pero ayer sentí algo así cuando dijeron que Bosque de Luciérnagas había ganado el II Premio Revista de Letras al Mejor blog nacional de creación literaria. Lo cierto es que no me lo esperaba porque los otros cuatro blogs con los que competía son verdaderas obras literarias, yo aposté por ellos. Y me emocioné. Me emocioné muchísimo y no se muy bien que dije cuando tuve que agradecer el premio porque tuve un flashback de sensaciones.

Estoy contenta y quiero compartir este sentimiento con quienes se hicieron aficionados a mis relatos cortos y decidieron votarme. Escribir me llena de placer, pero es increíble la sensación de saber que te leen. Muchas Gracias.

También quiero agradecer a la Revista de Letras por abrir puertas a novel escritores que se presentan en sociedad a través de un blog. No es fácil esto de la literatura, las editoriales, publicar un libro... y concursos así son un gran aliciente. Invito a escritores con blogs a no perderse esta oportunidad el año que viene.

Me gustaría felicitar a los ganadores de las otras categorías: Javier Avilés, que obtuvo el Nacional de Crítica Literaria con su bitácora El lamento de Portnoy; Natalia González se llevó el Premio Internacional de Creación y/o Crítica a el Internacional con Un esqueleto en el escritorio;y Javier Celaya, se llevó el Premio Especial de Divulgación por su labor como director de dosdoce.com

También quisiera hacer una mención especial a aquellos blogs con los que compartí nominación. Yo aposté por ustedes, los felicito por sus blogs.

- El doctor Frankenstein, supongo, de Jesus Esnaola Moraza
- Cuentos de barro, de Antonio Báez Rodríguez
- El blog oculto del Caboclo, de José Mª González-Serna Sánchez
- Loulou revisited, de Inmaculada C. Pérez Parra

No me importa

No me importa si tengo que seguirte hasta el final de la cueva para encontrarte. Si tengo que llorar y deshidratarme, perder el apetito, cambiar de piel, chocarme contra paredes y saltar desde precipicios. No me importa si tengo que seguir viaje, si tengo que escavar agujeros en la playa, si tengo que poner carteles en los baños, si tengo que sufrir ataques de nervios y sentirme perdida.
No me importa si me dejas sin oxígeno, si me mareas, si juegas a esconderte, si te inventas cada vez que pienso que te encuentro. No me importa si tengo que vender mi cabeza, si tengo que pintarme de colores, si tengo que perder la voz. Si piensan que estoy loca, que soy un caos, que ando perdida, que no se qué es lo que quiero. No me importa si lo pierdo todo, si tengo que donar sangre o escalar montañas. No me importa si tengo que caminar hasta dar con el mundo cuadrado si es ahí donde te escondes. Quiero dar conmigo.

Arranque de locura

Me discrimina el ruido que hace hoy mi corazón. Late tan fuerte que hago fuerza para que no se me salga y procuro que nadie se de cuenta de todo lo que duele. Me duele. Procuraré no odiarte tanto, pero no hagamos promesas con este sentimiento. La imagino tan imbécil aunque sea la mujer más lucida sobre la faz de la tierra, pero no me importa. Para mi siempre será una imbécil más. Procuraré no pisarla en la calle pero no prometo más. Y no me responsabilizo de los sicarios que contraté, ni de su secuestro que planificaré.

Revista Gente

Hay gente que sueña, otras que viajen en metro y otras en avión. Hay gente que desayuna cereales, los que leen las noticias en Internet y los que prefieren el papel. Hay gente que vive en el quinto piso, que vive en el tercero y quienes viven en el sexto. Hay gente vieja que camina y gente joven que no se anima. Hay gente que es vegetariana, otros que lo intentan y los que jamás se lo plantearían. Los que miran televisión, los que escuchan la radio y los que se ven en YouTube. Hay gente que quiere hijos, otros que quieren que sus hijos tengan hijos y los hijos que no quieren tener hijos. Hay gente que se casa de blanco, otros que se divorcian y otros conviven. Están los de derecha, los de izquierda, los que no votan. Los que hacen dieta y los que venden dietas. Los que rezan, los que profesan. Los cantantes y los fans. Los que creen y los que dicen mentiras a los que quieren creer.

Necesidad de mutar

Mutar a un color, igual que cuando la enredadera tapó la pared. Tenía esa necesidad tan visceral y natural que genera el cambio cuando se hace sentir. No pudo planificarlo, hubiese querido pero no le dio tiempo.
Su transformación fue de adentro hacia afuera. Primero en la cabeza, la visión de las cosas, los sentimientos, las sensaciones. Algo hormonal, explicó él. Y después fue toda su materia, y la materia que rodea a su materia, su cama, su cocina, el comedor, la casa entera, la calle donde vive, el barrio, la ciudad, el país y todos los paisajes enteros que quería ver. Hubiese querido planificarlo, elegir el color con más tiempo pero el cambio no se hace esperar. Pasa cuando tiene que pasar y duele todo lo que el cuerpo tiene que cambiar.

La señorita perfecta que no es

No es una guerra de sexos, es cuestión de género. La disputa entre ser y no ser. Entre perfecta e imperfecta. El juego ese que ubica a las señoritas perfectas en primera fila con sus narices y columnas rectas, sacando pecho, oliendo a perfume, con el delineado del ojo impecable, dientes blancos de publicidad y de la mano de él. Mientras el resto, las otras que salen del trabajo tarde también los viernes de cumpleaños, les toca esperar el metro y se peinan en el reflejo del vidrio, terminan paradas al final de la sala. Apoyadas bajo el marco de la puerta de entrada aguantando eso de ir solas.
Esto de la señorita perfecta y la imperfecta se nos da cuando la naturaleza que nos agracia, decide el melodrama de cada una. La señorita perfecta nace perfecta. Las otras no y he aquí el corazón trágico de las hormonas femeninas hasta que cada una asume la señorita perfecta que no es y se vuelve perfecta a su manera.

La dueña del florero de margaritas

Hubiese preferido una de esas cartas formales, esas que tienen fecha, saludo cordial y sobre con estampilla. También hubiese preferido lo de contar los meses hasta el aniversario, lo del vestido y la casa con tres habitaciones. La cama compartida, la cena, los fines de semana y su canción. Tachar los días hasta las vacaciones de verano, las compras en coche, el congelador repleto y tres manteles para elegir. Hubiese preferido ser la dueña del suavizante, la de la ropa interior en el grifo de la ducha y la que colecciona la vajilla de porcelana. Hubiese preferido ser la que espera la telenovela de las tres de la tarde, la deportista del planchado, la guardiana del termómetro y la que sacude el colchón. También hubiese preferido ser la protagonista en su álbum de fotografías, en el comedor de su casa, en los contactos de su móvil y la dueña del florero de margaritas que nunca le compró.

Alerta climática

Sepa usted disculpar en estos días la impertinencia de la ironía. La sonrisa del extranjero y la malicia de la vergüenza.

La historia de una gana

Hay una gana. Una gana que suena a Chopin en Palonaise Fantasie. Nace en el estomago en uno de esos espasmos que te deja tieso y con la mirada perdida, sube a la cabeza y la comprime. Le saca todo el aire, la deja en blanco, y cuando la gana se siente asfixiada en la cabeza desprende relámpagos de electricidad desde el estomago hacia la cabeza en un ida y vuelta. Es un truco de supervivencia. Un truco para despertarme, para que pueda escuchar a Chopin en mi cabeza sin que haya música. Para que recuerde que hay algo que me mueve aunque no lo vea, como la música en Chopin. Que ese algo es mi electricidad. Lo que hace que me mueva. Que al final no hay más que eso, una gana. Una sola gana que le puede dar sentido al resto. Una gana armónica para mi cabeza caótica.

Sucede

El cielo dibuja goteras y lo pinta todo gris, como si supiese que el corazón hoy no se siente bien, tampoco mal, pero anda enredado. El espíritu no sale de la pausa y los pensamientos, esos que pesan mucho, andan desfasados. Sino se lustra ahora, no se lustra más. Es lo que pasa cuando el desequilibrio es perfecto, resbalarse, dejarse caer y olvidarse de la culpa que tienen las adicciones del corazón. Una insinuación perfecta de su inconsciente más lastimado para despedirse de sus delirios. Era hora de dejar ir las ilusiones.
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