Diane Arbus
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-¿Qué es el amor?, decime querida. Llevo casada con Alfonso 47 años y todavía me lo pregunto.
-No te entiendo Delia, no entiendo tu pregunta- dijo Porota mientras encendía uno de sus cigarrillos. –Te pones a hablar de Alfonso y me entran ganas de fumar.- Enciende el cigarrillo y se traga el primer humo.
- Siempre le tuviste ganas a Alfonso, Porota querida. A estas alturas de nuestras vidas te puedes sincerar conmigo. Pásame un cigarrillo por favor, querida.
- ¿Pero no lo habías dejado?- preguntó Porota mientras busca en su bolso de nuevo la cajetilla de cigarrillos.
- Si a mis 84 años ninguno de mis vicios me mató, y vos Porotita querida sabes muy bien que no me privé de absolutamente nada, muchos menos en mi juventud, cuando estuve en Paris estudiando-. Recibe el cigarrillo, lo enciende y le da una bocanada profunda. –Estoy segurísima que si ahora se me da por dejarlos, en una semana estoy tiesa y fría-.
-No hables así Delia. Sabes muy bien que no me gusta- se quejó Porota.
- Queri, no entiendo porque te pone tan sensible el panorama futuro inmediato.
- Cambiemos de tema. Hoy los 80 son los nuevos 60. No siento ni la remota necesidad de empezar a pagarme un nicho. Y para que te enteres, dejé de pagarle al cementerio-, explicó Porota mientras le señala algo a Delia.
- Divina la parejita. ¿Recién casados o todavía de novios?-, preguntó Delia a Porota.
- Recién casados o todavía novios es lo mismo. Quiero verlos en 25 años, quiero ver si todavía caminan tomados de la mano- replicó Porota.
- Esta mañana te siento un poquito resentida querida, ¿se te acabaron anoche las pastillas para dormir?- preguntó Delia con una sonrisa irónica.
Un silencio ocupó la mesa por un par de minutos. El camarero aprovechó el momento para recoger las dos tazas vacías de café. Ambas mujeres seguían con la mirada a la joven pareja mientras disfrutaban del humo del cigarrillo a punto de terminarse, en la boca.
- Decime Delia, ¿qué hubieras preferido? ¿Una historia de pasión de una semana o una historia de amor de toda una vida?- preguntó Porota mientras apretaba lo que quedaba del cigarrillo contra el fondo del cenicero.
- Porota querida, ¿tú que crees?- le devolvió la respuesta.
Fotografía Diane Arbus
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