Y de repente amortiguo en una Bahía, las luces de allá son de Valparaíso. Ciudad rara. Y esta arena que se mete en cada pedazo de mi lata, la sal oxida pero la noche tiene luna llena, y decido caminar por ese muelle, “¿Muelle Vergara?”. “Si, seguí derecho que esta El Túnel”. Y parpadeo cinco veces, me topo con la puerta, el mismo de siempre, “Hola Don”. Hubiese extendido la mano, pero tengo los dedos enviciados con la música, “¿cachai?”, “no, no cacho nada, pero bailo”. “¿Bailas?”.
Flexiones de rodillas, por suerte no hay humedad, pero tengo ganas de caminar por la arena. Las chapas hacen retumbar los daiquiris en mi estomago. “Si, dame dos mas, de anana y de durazno”. Y leo en el cartel violeta: “No caigas en el vicio, el equilibrio esta en la medida de las cosas”. Y le pregunto al rubio: “¿Tenes equilibrio?”. “Depende”. Entonces depende de que gusto sea mi vicio, mientras que use medias.
Salí del Túnel, fui a una boutique y me compre dos pares de medias. Doble descarga de vicio protegida por medias nuevas. “¿Te gustan mis medias?”. “No”.
Que más da, el cartel al final era amarillo, era el vicio lo que hacia que lo vea violeta. Violeta se llamaba la novia del rubio, y el rubio era Purple. Justo cuando salía del Túnel, con las medias nuevas subidas hasta las rodillas, se largo a llover, grite: “¿Purple Rain?”.
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