Imprudencias de habitación
Se presentía que después del invierno algo pasaría. Siempre sucede cuando el frío se va. Fue la maldita humedad, la más vieja de todas las cosas que hay en esta habitación de la calle Panissars, la que el primer lunes de primavera lo intuyó. Fue por la forma en que la brisa entró. Atolondrada, tan atolondrada como cuando el amor está al llegar. Y después fue la cama, que aunque está siempre a treinta centímetros de la realidad, nunca es menos de día. Fue la segunda en darse cuenta cuando el martes a las ocho y veintitrés una luz naranja y demasiado rosa, que no incluía el menú de esa mañana, le sacó el sueño. La lista siguió con el cuadro de las flores, la luz de la mesa de noche, un bolso taiwanes y mis pantuflas. Se intuía que después del invierno algo sucedería, fue el juego a las escondidas y las pequeñas coincidencias. Ella siempre detrás del cristal. Tan obvio, tan premeditable, tan hermosamente fácil. Y entonces fue en el día de las licencias, un domingo, el segundo de la primavera del 2010 en Catalunya, cuando las bisagras se movieron. No fue una imprudencia, siempre algo pasa cuando el frío se va y se abren las ventanas. Y ahí, ante todos y sin reparos ni apuros, con la calma de las ganas atadas, el sol le hizo el amor a la cortina de mi habitación.
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3 comentarios:
Cuanta imaginación niña. Quiero seguir leyendo. Enhorabuena
Muy lindo Luciana!
Gracias por leer y los comentarios lindos. Lu
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