Cuando Ana se despidió

Baudouin Winckler
Siempre, siempre, siempre, siempre el fin duró más que el comienzo, por eso Ana se va a enroscar hasta el viernes a la silueta de su melancolía para abrazar el peso de los recuerdos, de los momentos que ya no están.

Que no vuelven.

Que se van.

Que se escaparon. Que la dejaron.

Y luego (...) un par de días después. Dentro de tres domingos, se dispondrá a  acariciar con el pensamiento desinflado lo que se fue cuando la puerta se cerró y que no regresa cuando el corazón echó llave.

Y no lo hará. Tampoco volverá en mayo o en abril y mejor así porque en julio Ana sabrá que es levemente siniestro volver a los lugares que han sido testigos de un instante de perfección.

Luciana Salvador Serradell



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