El juego que juega Carolina

Saul Leiter
Esta mañana, antes de las nueve, Carolina ha vuelto a habilitar el juego de las endorfinas para enroscarse de camino al trabajo, los cuarenta minutos, en las caricias que el cerebro regala al cuerpo cuando las ganas empiezan a quererlo.


Luciana Salvador Serradell

La tarda primavera di Rosa

Joe Lemke

Un giorno di primavera Rosa si svegliò con il cuore freddo, come se l’inverno non se ne fosse andato. Sebbene il desiderio l’avesse alto nel cielo, le voglie le aveva ancora intrappolate dentro dei guanti di lana. In guanti di lana e calzini grossi, per non aver paura di mollare, di lasciarsi andare, di lasciarsi andare nuda e scalza, se per caso il sole oggi le desse nel viso, se l’amore la spiazzasse dal letto e se finalmente le opportunità, tutte quelle che lei aspetta bussassero alla porta ed entrassero a prepararle un tè alla menta e al limone. 

Allora pensó di smetterla di pensare ai circoli perfetti che la rintanano nell’angolo, e a tutto ciò che rintana Rosa e decise allora di aggiungere piú zucchero al tè. A sostituire quell’ultima aria dopo il sospiro di gennaio per una grande risata, una di quelle che la spiazzasse e la sedesse ancora una volta sulla sua sedia. Che le faccesse il solletico nelle braccia, fino alle dita, che le provocasse un singhiozzo ben profondo e che la facesse piangere quando ci fosse da ridere . Una grande risata che la scuotesse durante tutto l’inverno quando è ancora aprile.

Traducción: Magdalena Facioni Stiles & Lúcio Burucúa


Sveglia Ana

Rikki Kasso

Una piccola goccia musicale basterebbe per svegliarla. 

Come la musica di un piano, ad esempio, che la raccoglie fra le lenzuola e se la porta al mare. Un suono che la restituisce al sale. Al sale dell’oceano del mondo e a quella del sudore del movimento costante che fa il corpo quando si ama.

Sopratutto quando ci si ama e ci si vuole abbracciare. Abbracciarsi nuda davanti allo specchio del bagno per non lasciare nemmeno un pezzettino della pelle senza accarezzare. Nemmeno quel sorriso malinconico ed il pensiero che si sforza per continuare a provarci. 

Perciò oggi, magari qualcuno le accendesse una melodía soave in testa, una che le rimuovesse i giudizi che la coerciscono mentre lei dorme sveglia, cosí sveglia. Cosí si sveglia Ana.


Traducción: Magdalena Facioni Stiles & Lúcio Burucúa 


Las caricias estudiadas de Bruna

Kalie Garrett

No siempre Bruna tiene ganas de enamorarse. No siempre. Tampoco tiene ganas de inundarse del olor de la soledad pero quiere estar sola en su cuarto cada vez que algo le pesa más de lo normal, cuando lo habitual es que nada le pese. Mucho menos la caricia estudiada del viento que sale de la boca cuando dice te quiero.


Luciana Salvador Serradell


No me toques

Saurí

Estrújame contra la pared.
Ponme en penitencia.
No me dejes ver televisión.

Levántame la mano.
Empújame hacia atrás.
Cierra todas las ventanas.

Grítame al oído.
Escúpeme las palabras.
Sujétame por el brazo.

Que empieza a cantar un piano
y ya no te escucho, 
ya no te veo.

Y no me toques, 
no me empujes,
no me hables más así.

Que empieza a cantar un violín
y ya no me dueles, 
porque hoy no me dejo, hoy te dejo.


Luciana Salvador Serradell

La primavera tardía de Rosa (ii)

Vikram Kushwah

Un día de primavera Rosa se despertó con el corazón frío como si el invierno no se hubiese ido. Incluso cuando los deseos los tenía por los cielos, a las ganas todavía las tenía atrapadas en guantes de lana. En guantes de lana y calcetines gruesos por eso de tener miedo a soltarse, a soltarse desnuda y descalza si es que el sol hoy le da en la cara, si el amor la descoloca de la cama y si al fin las oportunidades, todas las que espera, le golpean a la puerta y entran a prepararle un té de menta y limón. 

Entonces pensó en dejar de pensar en los círculos perfectos que la arrinconan en la esquina, en todo lo que arrincona a Rosa y echarle más azúcar al té. En cambiar ese último aire después del suspiro de enero por una carcajada, una que la desencaje y la siente de nuevo en su silla. Que le haga cosquillas en los brazos y hasta los dedos, que le provoque hipo bien adentro y que la haga llorar cuando hay risa. Una carcajada que le sacuda todo el invierno cuando todavía es abril.


Luciana Salvador Serradell

Los insectos de Paula

Lara Zankoul
Voy a transformarme en tu insecto más preciado, en el más preciado de todos y no habrá noche ni día en el que quieras soltarme por haberme ya soltado. Y me transformaré en la cáscara de todas tus lastimaduras cuando haya cicatriz y en las uñas que te crecen en los pies. 

Seré tu muela del juicio cuando duele, cuando te duele de noche y no puedes dormir y lo que te pica, cuando te pica y no te puedes rascar. 

Seré también la ampolla que te irrita en cada paso que das, el ácido de tu estómago que nunca vomitas. Seré el recuerdo amargo cuando pruebes otros besos y pienses en los míos dulces que ya no están. 

Seré ese olor que no te puedes sacar de la garganta cada vez que tragas y el grito que nunca vas a callar cuando te dije te quiero.

Así que seré el tiempo, todo tu tiempo cuando tu tiempo era bueno, toda el agua que te falta por beber y la comunión de todo lo que no fue y pudo haber sido por eso de tener el corazón demasiado hambriento. 

Demasiado carroñero, pensó Paula.

Seré tu insecto carnívoro y hasta que no te coma el corazón, todo el corazón y lo que te sale de adentro, no me vas a doblegar porque soy la que más te quiso y ahora estoy viviendo sin quererte olvidando que te quise.


Luciana Salvador Serradell

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