Interrogantes

¿Qué pasa cuando la fórmula no te cierra? Cuando las cuentas no se resuelven. Cuando todo lo simple se hace complejo y lo complejo desquiciante. ¿Qué pasa cuando las reglas del juego son demasiado bruscas? Qué pasa cuando ya no te interesa. Cuando todo es obligación. Cuando la sombra deja de refrescarte y el Ibuprofeno no empuja.

La nena buena

Yo se que la lujuria que se dibuja en mi cara no es mía, viene de tus entrañas pero si cierro los ojos siempre retumbas por dentro. Si te arranco todo me explota. Es tu aliento, tu sonido, esa mirada que siempre me provoca. Y comienzo a fusionarme con el mundo que hay afuera y te veo. Y de nuevo la lujuria se me dibuja en la cara y la nena buena se pierde y todo me da lo mismo porque prefiero, al menos un par de veces al mes, irme al infierno para encontrarte.

El aficionado

Te vi y me viste. Me acerqué y te fuiste. Me fui y viniste. Cómodo, discreto, aficionado a mis ojos calibre 25. Te sentaste y me invitaste. Acepté y me contagiaste. Divertido y creyente, algo tenía que pasar. No hubo introducción, todo era especial. Aire dulce y sabor a caramelo, fuiste mi alimento. Hacía frío y tenía calor. El olor de tu piel fue suficiente para mil noches de amor sin sobras después de las ocho. Todo fue en cámara lenta, también cuando te fuiste a ninguna parte.

Colores con olores

Existen colores que vienen con olores, como los sonidos con texturas. Es como acariciar el aire cuando es denso, cuando es húmedo y sopla el viento. Y a la tierra mojada cuando desprende transpiración. El color amarillo huele a verano, y el verano tiene el mismo sonido que el amarillo. Si escucho una canción, “Vientos de Cambios”, siento arena en mis pies. Si menciono el blanco, acaricio terciopelo en mi cabeza. Como los nombres, Ana, María, Eugenia, Lorena, Victoria, Patricia, Florencia, Noemí. Sin ninguna explicación lógica, Eugenia me es antipática. Ana es dulce, María es lluvia, Lorena es barro, Victoria es seguridad, Patricia color amarillo, Florencia mi hermana, Noemí arena.

Regina

Hay un punto, un punto pequeñito que crece. Ella lo sabe. Tan pequeñito, tan chiquitito. Y la transforma. Ella cambia. El puntito se estira y ella se estremece. El puntito pequeñito se anima y ella se ve diferente. Con miedo. Mucho miedo. Con alegría. Más mujer. Y el puntito vuelve a crecer y ella lo nota. Y Regina cambia. Su piel se vuelve porcelana, sus pechos fuertes, sus manos suaves, sus pies firmes. Incluso su voz. Sus ánimos tienen nuevos objetivos. Sus locuras se calman. Su futuro ahora es doble. Y el puntito se lleva todo su cielo desde que apareció. Y ella le dedicó sus pasos desde el primer día en que lo sintió y también lágrimas. Y lo acarició con el pensamiento un millón de veces antes de tocarlo. Y le cantó canciones, le adivinó los rasgos y le puso mil nombres antes de elegir Pedrito.

Conexiones y desconexiones

Tengo un corazón desconectado de mi vagina y mi vagina conectada a mi estomago. Tengo dos tetas conectadas a mis pulmones y mis pulmones desconectados de mi cerebro. Tengo ansiedad oral conectada a mi sistema nervioso. Y mi sistema nervioso está conectado a mis riñones y mis riñones desconectados de mis ganas de beber agua. Tengo agua que se conecta con mis piernas y mis piernas desconectadas de mis músculos. Y los músculos se conectan con mi corazón, y mi corazón no conecta con mi cerebro.
Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...