Hola señor espectador. Hola señorita de prejuicios

Helmut Newton
Hola señor espectador, el de los ojos grandes y los pensamientos tan pequeños que dejaste caer todo lo que tenías por hacer. Hola señorita de prejuicios y etiquetas, de buenos modales y malos pensamientos. Muy buenas a la mujer del verdulero, a la amante del vecino y a la cuñada de mi ex. 

¿Qué tal van las cosas cuando las cosas no caminan?, pregunta la que se baja la tristeza con pastillas y sacude los pies para sentirse viva. 

¿Qué tal un tren hasta Roma o un avión al Cairo, una tarde en Montserrat o dos días de verano?, dice la que nunca camina. ¿Y si volvemos a empezar y vuelvo a elegir?, sugiere la que no sabe qué quiere y se tapa la cara cada vez que puede.

Así que déjeme saludarlo señor espectador y tome asiento en el circo que habita. Y usted señorita de prejuicios, no se deje engañar por los adornos de estas letras simples que las palabras que vienen después, son mucho más complicadas desde que la tierra es redonda, el desierto está seco y en la televisión, en la maldita televisión, todos llevan la razón.

Luciana Salvador Serradell


Lo que le duele a Noemí

Irvine Huang
A veces, en realidad muy pocas veces Noemí respira tranquila cuando los pensamientos que la inundan siempre, la dejan en paz. 

En paz y tranquila porque el dolor relajado de alguna manera absurda, muy absurda, duele menos que el que presiona y corta el aire. 

Así que a veces, muy pocas, Noemí se sienta en el balcón de su palacio y se pierde en un mantra aprendido y repetido para que el dolor que ahora tanto duele, se relaje. Se relaje y apriete un poco menos todo lo que nunca deja de doler. 




Un gato que ladra

Como un gato que ladra al colchón desde la ventana, como un cajón que se cierra cada vez que lo abro, como un poco de viento fresco que se queda con todo. Una silla rota que camina y se mueve, un clavo que se tuerce y cuatro cubos de hielo derritiéndose en un plato con sopa caliente. Un lápiz rosa que pinta verde, un teléfono sin línea, una muela que duele y no nace. Como la cuerina de un bolso de cuero, como el suero placebo de un enfermo terminal, así me despido de usted para empezar de nuevo. 
Para empezar de cero.




Luciana Salvador Serradell




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